Existen muchas causas de mortalidad infantil en el mundo: neumonía, diarrea, nacimiento prematuro, infecciones neonatales, entre otras.
Pero una en particular, la desnutrición, aunada a otros factores, es una de las grandes responsables de las muertes de niños menores de cinco años a nivel mundial (50%, 3,1 millones de niños), según cifras de Humanium, ONG internacional encargada de apadrinar niños.
Y Colombia, infortunadamente, no se escapa de estar dentro de esa lista.
Se nos han presentado, durante años, imágenes de niños desnutridos en África, con escenas de por sí desgarradoras e inconcebibles, sin pensar, como así lo deja muy claro el Programa Mundial de Alimentos (PMA), que también existen niños en otras partes del mundo que igualmente están muriendo por desnutrición. Entre ellos, los niños wayuu de La Guajira, en Colombia.
Según el PMA, “la desnutrición es el principal riesgo para la salud en todo el mundo y se asocia con el 11% de todas las enfermedades. Una persona desnutrida tiene dificultad para hacer cosas normales, como crecer o resistir enfermedades. El trabajo físico se vuelve problemático y hasta las capacidades de aprendizaje pueden disminuir. Adicionalmente, los niños desnutridos tienen menos posibilidades de tener un buen rendimiento escolar y son más vulnerables a la desnutrición durante la adultez”.
Colombia, que en los últimos años ha demostrado ir mejorando en estándares de desarrollo humano y salud relativa, aún presenta problemas de disparidad en el acceso a los recursos esenciales del Estado y, por ello, es que comunidades vulnerables, como las wayuu, presentan tasas representativas de desnutrición, pues, aunado a las dificultades que presentan sus habitantes a diario, por vivir en una región árida con condiciones geográficas y climáticas difíciles, ausencia de carreteras, agua potable y energía eléctrica, y malos manejos administrativos, se suman las escasas o nulas medidas de prevención y tratamiento de enfermedades relacionadas con la desnutrición.
La situación se ha vuelto crítica y es que en lo que va corrido del 2016 seis niños han muerto por causas relacionadas con desnutrición: cuatro en La Guajira y dos en Barranquilla que habían sido trasladados desde la Alta Guajira.
Siendo tan coyuntural este tema para Colombia en estos momentos, es claro que se hace necesaria una mayor participación del Estado y de la sociedad en general para enfrentar este grave problema de salud pública. Es importante destacar todas aquellas buenas acciones que se están llevando a cabo para darle una solución. De ahí lo fundamental de resaltar la valiosa labor que actualmente emprende en dicha región el programa conocido como Salud y Autosuficiencia Indígena en La Guajira (SAIL).
Pero, ¿qué es el SAIL?
Gracias al apoyo de actores públicos y privados de carácter nacional e internacional, interesados en generar sostenibilidad a las inversiones sociales en salud pública para la población indígena y, en especial, pensando en mejorar la salud infantil y materna en el departamento de La Guajira, nace en el 2014, la iniciativa Salud y Autosuficiencia Indígena en La Guajira (SAIL).
Para ello, el Texas Children’s Hospital (TCH), la compañía Chevron, el Baylor College of Medicine International Pediatric AIDS Initiative (BIPAI), Ecopetrol, la Fundación Éxito y la Sociedad Colombiana de Pediatría (SCP) se enfocaron en el diseño de un programa piloto en los municipios de Manaure y Riohacha, que sirviera de apoyo en la disminución de las altas tasas de morbi-mortalidad materno infantil de este departamento.
Al principio, realizaron visitas de factibilidad para hacer un diagnóstico de la situación, para lo cual visitaron las comunidades e hicieron contacto con las autoridades de salud y políticas de la región.
Es claro que los indígenas de la zona se enfrentan a muchas adversidades por su ubicación, lo cual hace que sea muy difícil su acceso al sistema de salud colombiano. De acuerdo con el Dr. James A. Thomas, pediatra, profesor del Baylor College of Medicine y colaborador del programa SAIL, el estudio de factibilidad pudo establecer que, para una comunidad como la wayuu, que tiene un concepto seminómada de vivir, la atención médica era prácticamente inasequible. Por ello, una de las valoraciones a las que llegaron fue que había que crear un sistema de vigilancia de salud, de diagnóstico temprano, y de movilidad, entre la comunidad, para identificar los casos posibles de desnutrición y revertir así las tasas de morbi-mortalidad entre los niños y las madres de la zona, debidos en gran parte a la demora en la atención médica.
La idea, según el Dr. Thomas, era establecer un programa aceptado por la comunidad indígena; por tal razón, pensaron en el modelo que tiene éxito alrededor del mundo, como son, por ejemplo, los Agentes Comunitarios de Salud (ACS), que son miembros o, a veces, líderes de sus propias comunidades, los cuales son entrenados en métodos de identificación de niños desnutridos y madres embarazadas con problemas de salud, y que emprenden acciones de promoción y prevención de salud comunales con las técnicas aprendidas. Teniendo en cuenta que la comunidad wayuu es una sociedad básicamente matriarcal, el programa SAIL cuenta con un gran grupo de mujeres de diferentes edades (promotoras), las cuales son entrenadas y capacitadas para luego volver a sus comunidades y hacerles un seguimiento en materia de salud. En otras palabras, es volver a la comunidad misma en administradora de su propia salud. Actualmente, el programa atiende unas 6.500 personas, en los municipios de Manaure y Riohacha.
Alianzas efectivas
Como parte de su estrategia, en el 2014 se creó el Baylor College of Medicine Children’s Foundation Colombia, que forma parte de la red de fundaciones que lidera BIPAI en el mundo. Actualmente, la Fundación Baylor Colombia, entidad que opera el programa SAIL en el país, cuenta con un equipo multidisciplinario de trabajo conformado por especialistas, agentes comunitarios de salud wayuu, trabajadores sociales y nutricionistas, los cuales trabajan de manera articulada con el Texas Children’s Hospital y el Baylor College of Medicine en Estados Unidos, en la educación, atención en salud e investigación y desarrollo, que apoyan la generación de estrategias para la disminución de las tasas de morbilidad materno-infantil en la región.
Por su parte, el apoyo de las entidades colombianas ha sido fundamental en el desarrollo de este programa, como es el caso de la Fundación Éxito y la Sociedad Colombiana de Pediatría (SCP). Esta última, por ejemplo, ha sido de gran soporte desde el principio, gracias a la invitación del Texas Children’s Hospital, para asesorar y complementar académicamente este programa. Según el Dr. Thomas, la SCP ha sido un importante socio estratégico, por cuanto ha demostrado un gran interés y compromiso con la iniciativa, principalmente en el aporte científico, ayudando en la capacitación del personal local, así como en la búsqueda de la expansión y creación de nuevas alianzas en pro del bienestar de la niñez colombiana.
La Fundación Éxito, por su parte, ha representado un apoyo vital para la iniciativa: “Sabíamos que para poder afrontar los problemas de salud también teníamos que tener una parte de nutrición, y siendo una ONG no teníamos acceso a muchas de las comidas terapéuticas y lo necesario para tratar la desnutrición aguda. Es ahí cuando surge una brillante alianza estratégica con la Fundación Éxito, entidad que ha donado mercados para 500 familias con algún niño en tratamiento de desnutrición y 50 paquetes mensuales para aquellos niños que están saliendo de la rehabilitación nutritiva. La Fundación Éxito nos ha dado los recursos necesarios para afrontar el problema de la desnutrición”, agrega.
Balance positivo
A dos años de haberse emprendido esta iniciativa, el balance es positivo. El programa, diseñado para funcionar en conjunto con el sistema de salud existente en La Guajira, se guía por estrategias dirigidas a dar soluciones integradas, esto es, dándole a la comunidad las herramientas para su propia mejora. Para ello, se basa en cinco objetivos, así:
1. Capacidad: aumentar la capacidad local para satisfacer las necesidades en materia de salud materno-infantil.
2. Acceso: incrementar el acceso al cuidado de alta calidad, tanto para niños menores de cinco años como para mujeres embarazadas.
3. Vigilancia: identificar las enfermedades más prevalentes y los individuos o grupos con los mayores riesgos de contraerlas.
4. Prevención: desarrollar sistemas que promuevan la identificación e intervención temprana de una enfermedad, mediante una valoración eficaz y una priorización en la atención.
5. Manejo: medición del impacto de las intervenciones más importantes. Crear un empoderamiento del programa por parte de la comunidad, con el fin de que se haga cargo de su propia situación.
De acuerdo con el Dr. Thomas, si bien SAIL se ha estructurado con un alcance de cinco años, “la idea como parte del quinto objetivo es que nos presentemos como un modelo a seguir de mejores prácticas, para darle solución a futuro a los problemas de salud de la comunidad wayuu de La Guajira; que se adopten mejores prácticas no solo en los temas de pediatría, obstetricia, ginecología, manejo de desnutrición, asimilables a un centro de excelencia, sino también en términos fiscales (auditoría fiscal transparente), para alentar el comportamiento apropiado y social dentro de la comunidad”.
Para el especialista, se sabe que esta problemática es multifactorial, por lo tanto, una solución también tiene que serlo. Gracias a la cobertura completa de las cerca de 6.500 personas que atienden actualmente, SAIL logró determinar las condiciones tanto de salud, como socioeconómicas de cada una de ellas. “Esto nos ha permitido tener una aproximación integral en la temática de salud, que incluye un amplio trabajo no solo en el tratamiento de la desnutrición, sino también en la búsqueda de mitigar sus causas. Actualmente, muchos de los niños desnutridos presentan dicha condición porque las mamás también lo están, por eso trabajamos el binomio madre-hijo”, indica.
Todas las mediciones de desnutrición que el SAIL pudo tomar revelaron que, en casos como la desnutrición moderada aguda o la severa aguda, estas eran modificadoras de enfermedades normales en pediatría: “Si un niño tiene una bronquiolitis, una neumonía o una diarrea y tiene una nutrición normal, frecuentemente con un tratamiento externo apropiado se recupera, pero, por el contrario, al tener la carga de desnutrición aguda, le aumenta los riesgos de todas las complicaciones y hasta puede llegar a producirle la muerte. Por ello, condiciones más frecuentes en la población infantil se vuelven más mortíferas debido a la comorbilidad de la desnutrición”, asegura.
De otro lado, durante el trabajo realizado en el último año se han encontrado indicadores de mujeres gestantes con bajo peso en el 46% de la población atendida. Estos casos de gestantes con bajo peso y anemia se convierten en las causas raíces de la desnutrición del recién nacido, resultando en complicaciones obstétricas como hemorragia posparto, parto prematuro y sepsis obstétrica, que son las principales causas de mortalidad materna en el país.
Desde su experiencia personal, para el Dr. Thomas su participación en el programa SAIL ha sido extremadamente gratificante: “No solo el componente cultural hace de esta iniciativa única, sino también a nivel científico nos ha demostrado la importancia de tener un enfoque de salud global para darles solución a estas problemáticas de salud pública. Hemos podido aplicar muchas de las buenas prácticas de otros países en Colombia”, asegura.
La prevención, ¡medida crucial!
En el tema de prevención, SAIL, por ejemplo, aprovecha espacios como la organización, junto con las EPS locales, de brigadas de salud y salidas de campo a las comunidades para hablar sobre ello. Uno de los pilares que se han apalancado en el programa SAIL, bajo el objetivo de construcción de capacidad, es la educación no solo a los profesionales de la salud, sino también a la comunidad. Según el Dr. Thomas, con SAIL se han evidenciado cambios increíbles que han vinculado los usos y costumbres wayuu con la medicina tradicional. Actualmente, cuenta con un amplio grupo de mujeres que, conscientes de la vulnerabilidad de su territorio, quieren entrar en entornos de planificación familiar, como recurso avalado por el sistema de salud. “Este es un excelente ejemplo de cómo trabajar prevención en salud y mejoras en la calidad de vida respetando la cultura”, concluye.